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¿Para siempre?

  • Foto del escritor: Ángela Blanco
    Ángela Blanco
  • 12 ene 2022
  • 5 Min. de lectura

En las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza, todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe. ¿Es esto posible? Está claro que el modo en el que vemos y vivimos las relaciones amorosas ha cambiado radicalmente, por multitud de factores: la libertad sexual, el empoderamiento de la mujer, el individualismo exacerbado al que va nuestra sociedad etc. A nadie se nos pasa por la cabeza (o cada vez a menos gente) continuar con alguien si nos falta al respeto, si no encaja en nuestra forma de vida, o simplemente si ya no le queremos o no nos quiere.


Antes las relaciones, más concretamente los matrimonios, aguantaban carros y carretas, ¿por amor? No, por cultura y porque era el modo en el que la sociedad se relacionaba. No me refiero a que la gente continuase con sus matrimonios para tener citas dobles con sus amigos, lo que digo es que era el modo de subsistencia, el hombre trabajaba para conseguir dinero y sustentar a la familia, mientras que la mujer se quedaba en casa al cargo de las labores domésticas y el cuidado de los hijos. Era un status quo. Por eso cuando una mujer o un hombre enviudaba joven lo más normal es que se volviese a casar. En los pueblos pequeños incluso con sus primos o con sus hermanos, porque lo importante no era el amor, lo primordial era la estabilidad y salir adelante.


Con la generación de mis abuelos esto ya empezó a cambiar. Mis abuelos enviudaron muy jóvenes (mi abuela materna y mi abuelo paterno) y ninguno de los dos contrajo segundas nupcias. Mi abuela materna llevaba trabajando toda la vida, eran agricultores, de modo que podía salir al campo y colaborar para que la economía de la casa se mantuviese, además de que había un hombre en casa: mi tío (es decir, su hijo) que tenía 17 años cuando falleció su padre. Por el lado paterno, mi abuela murió cuando la mayor de sus hijas tenía tan solo 11 años. Desde luego era otra situación, los niños eran más pequeños y en este caso el que se quedaba viudo era un hombre. Por entonces, empezaba a aceptarse que las mujeres se remangasen para ir a trabajar (total, llevamos haciéndolo toda la vida). Sin embargo, ver a un hombre joven al cargo de cuatro niños pequeños aún era utópico. Pero en ese caso fue la hermana de mi abuelo la que se hizo cargo del cuidado de mi padre y sus hermanos.


(¡Cómo me enrollo!, vamos al tema). A lo que voy es que creo que la única generación que se ha casado por amor es la generación de nuestros padres (y con muchas comillas). Para las mujeres nacidas en los 50, 60 y 70 trabajar y ganarse el pan siendo soltera comenzaba a ser una posibilidad. Entonces, ¿podríamos pensar que si decidían emparejarse con alguien es porque de verdad lo deseaban? Bueno, no es del todo cierto. Todos sabemos el estigma social que tenían las y los solterones. Porque sí, este estigma también lo tenían, de otro modo, los hombres. Por suerte o por desgracia, la norma es tener pareja y si no la tienes es que algo va mal contigo. Aún hoy, aunque hayan cambiado tantas cosas y seamos mucho más libres, sigue pasando.


Pero la generación de nuestros padres, de los babyboomers, es la que (creo) tiene el récord de veteranía con sus parejas. ¡Ojo!, no me estoy basando en datos, sino en mi experiencia y lo que veo en mi entorno. Mis padres llevan 31 años casados además de los cinco de noviazgo y puedo decir, orgullosa, que aún hoy se quieren. Y fíjate, que aunque tengo el ejemplo en casa, la idea de un 'para siempre' me parece utópica. (Gracias Ángela, por fin vuelves a centrarte en lo que querías comentar).


En el último mes he leído el libro "Lo que encontré bajo el sofá" de Eloy Moreno, (gracias Juan, los mejores amigos son los que te regalan libros) y he visto la serie "Secretos de un matrimonio" de HBO, inspirada en la miniserie homónima de 1973.


Inciso para hacer una microcrítica de "Secretos de un matrimonio". En mi opinión, es sencillamente sublime. Es intimista, sin grandes pretensiones, está ambientada casi en su totalidad en la casa del matrimonio, de modo que todo el peso de la historia recae en la actuación de Jessica Chastain y Oscar Isaac, y como digo es un 10.


En ambas historias se habla de una infidelidad, pero no lo tratan como una traición, más bien como algo inevitable o al menos así lo he entendido yo. La gente crece, evoluciona, sus gustos cambian, el amor o más bien el deseo del principio no vuelve y es imposible pensar que dos personas vayan a aguantar todos esos cambios juntos, ¿no?. Es inviable creer que la persona a la que deseas hoy lo vas a hacer toda la vida, ¿no? Sé eso de que el amor con el tiempo va evolucionando y que no puedes pretender que la química del principio se mantenga en el tiempo, vale, lo entiendo, pero de verdad ¿es posible querer toda la vida a una persona?, ¿cómo se cuida una relación para que ambos vayáis siempre en la misma dirección? Me parece una utopía.


Si me fijo en mi misma, soy una persona en continuo cambio, mis gustos y mis intereses van y vienen. Me contradigo continuamente y eso que llevo una vida relativamente normativa: llevo cinco años en el mismo trabajo, tres viviendo en la misma casa, mantengo a mis amigos de toda la vida etc. ¿Cómo es posible que la misma persona vaya a recorrer la vida conmigo compartiendo intereses y gustos si yo voy cambiando en una dirección y la otra persona puede virar a la contraria?


Creo que parte del éxito de los matrimonios (o de las relaciones) más duraderos es ser muy transigente, aceptar ciertos cambios (los buenos y los malos) e ir amoldándote a tu pareja y ella a ti. Pero, como decía al principio la sociedad actual es muy individualista y en la mayoría de los casos ya no somos tan transigentes, cada vez tenemos más claras nuestras, tan famosas ahora, red flags y ponemos límites de hasta donde es posible tolerar a tu pareja. Y en fin, no me parece negativo, tener claro lo que quieres y lo que no quieres está bien, pero creo que por el camino hemos perdido ese punto medio en el que es posible ser tolerante y mantenerte firme.


En definitiva, a día de hoy me parece que el amor para siempre es una ilusión, aunque no significa que no quiera luchar por ello, ¿quién sabe? Imagino que lo importante es intentar ser felices en cada momento. Cuando se tiene una pareja hay que luchar para cuidarla (para cuidaros) lo mejor que se pueda, intentando que eso que tenéis sea eterno. Y si fracasa, pues a otra cosa. El éxito quizás no es tener la relación más larga sino ser lo más feliz posible sea con la misma persona, sea solo o con 15 parejas distintas.



 
 
 

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